¿A quién enviaré?
¿A quién enviaré?
Por Karen
Lucía Tapia Hernández
¿Alguna vez
te has preguntado por qué ciertas promesas de Dios parecen tardar en cumplirse?
¿Será que la persona que nos profetizó lo dijo bien? ¿O será que le escuchamos
mal a Dios? ¿O incluso llegamos a pensar que no somos lo suficientemente dignos
para recibir lo que nos profetizaron? Hace unas semanas hablaba con una joven y
conversábamos de una canción titulada “Como
en el cielo” de New Wine. Ella me decía que sentía que esa canción era como de
guerra, a lo que mi respuesta fue, si, así es, pues la Tierra, no está “Tan
Celestial” como el cielo. Por lo tanto, indica que nosotros debemos procurar
seguir la voluntad de nuestro Padre que está en los cielos.
Examinemos
un versículo en nuestra oración ejemplar, El Padre Nuestro:
Mateo 6:10 Reina Valera Contemporánea (RVC)
10 Venga tu reino.
Hágase tu voluntad,
en la tierra como en el cielo.
Este
versículo me llama la atención pues acá claramente podemos ver la calidad
intercesora de esta oración. Primero, dice, “Venga tu Reino,” pues quiere decir
de la postura que nosotros oramos estamos llamando que se haga la voluntad del
Reino de los Cielos, que no es la misma voluntad del que está en este mundo. Segundo
dice “hágase tu voluntad,” es decir, que nosotros estamos reconociendo que no
venimos aquí a hacer lo que nosotros deseamos, sino que, en sumisión,
reconocemos y deseamos que sea la voluntad de nuestro Padre la que se
realice. Y tercero, “en la tierra como en el cielo,” es decir, que la voluntad
por la que estamos pidiendo, clamando o intercediendo es diferente a la cual
estamos experimentando, por ende, quiere decir que venimos a transformar y
cambiar las cosas conforme lo que Dios ha decidido desde un principio en su
trono en los cielos. En otras palabras, el momento en el que nosotros
comenzamos a declarar esta oración no venimos a decir las cosas conforme a lo
que nosotros deseamos, sino que en un corazón rendido venimos a interceder para
que nuestro Padre Celestial cumpla su voluntad y no la nuestra. Es más, debemos
tomar en cuenta que cuando clamamos, declaramos y decretamos esta oración
estamos diciendo, que, aunque nosotros tenemos libre albedrío, nos rendimos
ante el trono de Dios, nuestro Rey Soberano, y pedimos que sea Él haciendo su
voluntad y no nosotros la nuestra.
Ahora,
retomando, mi punto original, ¿qué quiere decir cómo en el cielo? ¿Hay alguna
diferencia entre lo que pasa en el cielo y lo que estamos viviendo quizá en la
actualidad? Tomando la oración por
excelencia, podemos deducir, que el momento en que Jesús nos estaba enseñando
está oración para dirigirnos al Padre, quería decir que venimos aquí a clamar,
luchar y a arrebatar las promesas que Dios ha determinado para nosotros. Por
ende, nos dice implícitamente, que debemos pararnos en la brecha para
interceder por aquello que Dios nos ha dicho a lo que tenemos derecho, acceso y
podemos obtener.
¿Ahora, si
Dios desea que nos paremos en la brecha, será que encontrará a alguien
verdaderamente dispuesto a hacerlo? Veamos el siguiente ejemplo:
Ezequiel 22:30 Dios
Habla Hoy (DHH)
30 Yo
he buscado entre esa gente a alguien que haga algo en favor del país y que
interceda ante mí para que yo no los destruya, pero no lo he encontrado.
En el
versículo anterior podemos ver en el libro de Ezequiel que su voluntad era que
alguien intercediera por los que estaban en la tierra, en su país, quería decir
que su voluntad era no destruir y hacer
cosas a favor del país, sin embargo, parece había muchos indecisos,
dormidos, inactivos o simplemente ignorantes de lo que Dios deseaba realmente. Es
decir, las personas habían sido llamadas a interceder y llamar la voluntad del
Cielo hacia la tierra, pero había estupor en el pueblo y nadie se había levantado para cambiar las cosas. Aquí claramente,
Dios está diciendo que anda buscando a personas que se levanten a hacer su
voluntad, en la tierra, como en el cielo.
Ahora,
quizás puedes pensar… pero si yo ni siquiera sé cómo hacer eso, ¿cómo llamo la
voluntad de Dios a la tierra? Y es que es una de las oportunidades más bellas
que tenemos es dejar que sea el Santo Espíritu de Dios quien nos instruya. Veamos
el siguiente versículo:
Juan 14:26 Nueva
Versión Internacional (NVI)
26 Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el
Padre enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les hará recordar
todo lo que les he dicho.
Que
maravilloso es leer este versículo y reconocer lo que Dios nos dice. Es decir,
Jesús, hablando con sus discípulos, o sea aquellos que deseaban hacer su
voluntad, les dice lo siguiente:
Primero,
habla de “El Consolador” es decir, el Espíritu de Dios. Por lo tanto, el Espíritu de Dios solo consuela
si hay algo que consolar (nos ayuda en nuestras tribulaciones y aflicciones). Segundo, nos indica que
el Espíritu Santo es enviado claramente por el Padre, por lo tanto, la voluntad
del Cielo es enviar a alguien que nos consuele. Tercero, dice que nos “enseñará”
quiere decir que viene como MAESTRO, y por si fuera poco que nos venga a enseñar,
dice que en caso de que algo se nos llegara a olvidar, nos recordará lo que
Jesús ya nos enseñó o incluso nos recuerde lo que Dios ha hecho en nuestras
vidas.
Se
imaginan, tener al Maestro de Maestros instruyéndonos en cada paso que demos
cuando permitimos y realmente deseamos que se haga la voluntad de Dios. Dicho
con otras palabras, si queremos aprender lo que Dios desea enseñarnos, en el
momento que permitimos nos instruya, el Espíritu Santo de Dios viene a instruirnos
en cuál es la voluntad del cielo.
Ahora, solo
nos toca hacer una cosa, determinarnos a cumplir la voluntad de nuestro Padre
Celestial, por la cual nosotros decimos, ¡Venga Tú Reino! Pues solo podemos
decir venga tu Reino si estamos dispuestos a pararnos en la brecha para hacer
que el Reino de Dios se manifieste en la tierra. Y es aquí donde tomamos la
decisión para hacer que la voluntad de Dios se cumpla, donde nuestro Padre
pregunta a quien enviará y solo falta que nosotros respondamos tal como lo hizo
Isaías:
Isaías 6:8 Nueva
Versión Internacional (NVI)
8 Entonces
oí la voz del Señor que decía:
—¿A
quién enviaré? ¿Quién irá por nosotros?
Y
respondí:
—Aquí
estoy. ¡Envíame a mí!
Dicho esto,
estimados lectores, si deseamos ver la voluntad de Dios en la Tierra como en el
Cielo, intercedamos y parémonos en la brecha, para que, así como dijo el
Profeta Isaías, podamos decir, envíame a mí, pues nuestro Maestro, el Espíritu
Santo será quien nos instruya y nos guíe para hacer la voluntad de Dios, tanto
en el Cielo como en la Tierra.
Y si aún no has aceptado a Jesús en tu corazón o
deseas reconciliarte con Él hoy, te motivo a que lo hagas, y leas la siguiente
oración en voz alta:
“Señor
Jesús, te pido perdón por mis pecados, pues mis pecados me separan de ti. Yo te
reconozco, como mi único, suficiente y verdadero Salvador. Yo rompo, todo
pacto, con el mundo, con la carne y con el enemigo. Te doy gracias, por el
sacrificio en la cruz. Yo sé que, si yo hoy muriese, en tus brazos estaré. Amén.”
Y si hiciste esta oración hoy, escríbeme
al correo kltapiahernandez@gmail.com , me encantaría saber de ti. Y
si esto fue de bendición para ti, compártelo con alguien más. Somos una familia
en Cristo, estamos aquí para apoyarnos los unos a los otros. ¡Dios les bendiga!
Palabras claves: Voluntad de Dios, Intercesión, Guía Espiritual