¡Todos al agua!
Por Karen Lucia Tapia Hernández
¿Te gusta visitar la playa? A mí me gusta visitar la playa, aunque el
agua puede ser muy tranquilizante o dependiendo de la situación, puede ser muy
agitada. Hace mucho tiempo hubo un maremoto en Nicaragua y recuerdo que mi
padre me llevó a acompañarlo a realizar entrevistas justo después de ocurrido
el maremoto. Recuerdo estar en la playa de Poneloya, León y que allí se podía
observar el impacto de este fenómeno en la costa del pacífico en el
departamento de León. En una de las entrevistas, recuerdo que una señora narraba
el momento que la ola del maremoto entró a su hotel/restaurante y que ella
sujetaba firmemente a su hijo a uno de los pilares del edificio y en su batalla
e instinto protector y fuerza de madre, ella trataba de levantar la cabeza del
niño para que el agua lo dejara respirar a él y por otro lado, ella intentaba
buscar aire para ella también poder respirar. Mientras ella describía tal
situación, yo literalmente me imaginaba todo lo que ella narraba y me puse a
pensar en ese entonces… ¿Cómo fue que sobrevivió? Ahora esto me lleva a
reflexionar a cosas que pueden sucedernos en estos tiempos, ya sea eventos de
la naturaleza, eventos familiares, sucesos entre relaciones personales,
laborales o educativas, algunas personas simplemente parecen que por alguna
razón sobreviven eso. Así también podemos observar situaciones que le han
ocurrido a personajes de la Biblia que nos inducen a pensar, ¿Cómo pueden
sobrevivir a eso? Analicemos algunos casos:
Caso 1: Pablo y los marineros
Hechos 27:29-31 Palabra de Dios para Todos (PDT)
29 Tuvieron miedo de estrellarse contra una roca, entonces arrojaron al
agua cuatro anclas en la parte trasera del barco y se pusieron a rogar que
llegara la luz del día. 30 Los marineros trataron
de escapar del barco haciéndose los que iban a sacar un ancla de la parte
delantera del barco. 31 Pero Pablo les dijo al
oficial y a los soldados: «Si estos hombres no se quedan en el barco, ustedes
perderán la vida».
En este
pasaje bíblico, el apóstol Pablo y los tripulantes de la embarcación experimentaban
una severa tormenta, a tal punto que los miembros de la embarcación creían que
iban a morir. Pablo recientemente les había informado que Dios le había
garantizado que ninguno se moriría pero que el barco se perdería[i].
No se como reaccionarías tú al escuchar que tu barco se hunde, pero tu vida se
salva, pero en este caso, en el versículo 29, los tripulantes querían saltar
del barco porque tenían miedo de estrellarse contra una roca. Puedo imaginar el vaivén del barco, los golpes
fuertes de las olas, el rugir de la tormenta y los navegantes temerosos de
morir sin saber que hacer. ¿Pero sabes que es la parte que más me llamó la
atención acá? Cuando Pablo, en el versículo 31, les dice que si algunos
huyen del barco… todos morirán. ¿Responsabilidad fuerte no? Pero lo que nos
está diciendo acá este relato, es que unidos podían permanecer, pero en el momento
que se separaran ciertamente morirían. Ellos solo podrían sobrevivir, si
permanecían juntos durante la tormenta. Es decir, que, durante el proceso
turbulento, ruidoso, tambaleante de permanecer en ese barco, tratando de
sostenerse de lo que encontraban, solo si permanecían juntos, podrían resistir.
¿Habrá algún momento turbulento, incierto, quizá inquietante, al que podamos
estar pasando al que Dios desea que permanezcamos firmes en Él para poder
sobrevivir? No vaya ser que saltemos al agua y perdamos esa oportunidad de salvación
al no creerle a Dios lo que nos dijo haría.
Caso 2:
Jesús y sus discípulos
Mateo 8:18,23-26 Palabra de
Dios para Todos (PDT)
18 Cuando Jesús vio a la multitud que lo rodeaba,
ordenó a sus seguidores que se fueran al otro lado del lago.
Jesús calma una tormenta
23 Jesús subió a la barca y
sus seguidores lo acompañaron. 24 Entonces se desató una gran tormenta y las
olas estaban cubriendo la barca, pero Jesús estaba durmiendo. 25 Entonces los seguidores se acercaron, lo
despertaron y le dijeron:
—¡Señor, sálvanos! ¡Nos
estamos ahogando!
26 Él les dijo:
—¿Por qué son tan
cobardes, hombres de poca fe?
Jesús se levantó y regaño
a los vientos y al mar; y todo quedó en gran calma.
Es interesante observar en este
pasaje, que nuevamente, Dios había dado una palabra, una orden. Jesús les había
dicho a sus discípulos, que fueran al otro lado del lago y para Él era tan
seguro ir al otro lado del lago, que tomó una siesta. En el versículo 23,
podemos inducir que los discípulos estaban seguros que Jesús les había dicho irían
al otro lado del lago, pero una vez que Jesús cesa de hablar, puesto se durmió,
y comienza la tormenta exterior, parece que de una u otra forma, la tormenta se
tornó interior al causar conflictos en las emociones de los discípulos. El
miedo e impotencia era algo palpable para los discípulos que sintieron la necesidad
de despertar a Jesús. Se imaginan a Jesús durmiendo tranquilamente para que
luego sus seguidores lo despertaran diciendo: “nos estamos ahogando!” En esta
intervención podemos denotar que Jesús nunca perdió la calma puesto que, si
alguien estuviese inquieto durante esta tormenta, podríamos afirmar que no
estaría dormido, pero Jesús, les llama la atención a los discípulos y les dice:
“hombres de poca fe.” Pero en cuanto Él se despierta actúa y ordena a los
vientos calmarse. Por lo tanto, si Jesús les había dicho a sus discípulos,
hombres de poca fe y luego les ordena a los vientos calmarse, es porque si los discípulos
hubieran actuado en fe, también tendrían la potestad y autoridad para ordenarle
a la tormenta callarse. ¿Será que tenemos ocasiones donde Jesús solo está
esperando que ejecutemos su orden sin temor, lleguemos al otro lado del lago, y
aun con una tormenta afuera del barco, si sabemos que Jesús está con nosotros,
solo nos basta tener fe para llegar al otro lado? ¿Será que en alguna tormenta
estemos pasando, solo nos queda recostarnos en la barca también en
tranquilidad, y saber que si Jesús esta descansando con nosotros, es la paz de
Dios la que debemos tener y confiando en su orden, podamos llegar a la orilla
junto a Él? ¿O será el caso, que Jesús simplemente espera le ordenemos a la
tormenta se calle?
Caso 3: Jonás
Jonás 1:10-12,15 Dios Habla
Hoy (DHH)
10-11 Jonás contó a los
marineros que él estaba huyendo del Señor, y ellos, al oírlo y al ver que el
mar se agitaba más y más, sintieron mucho miedo y le preguntaron:
—¿Por qué has hecho esto?
¿Qué podemos hacer contigo para que el mar se calme?
12 —Pues échenme al mar, y el mar se calmará —contestó Jonás—. Yo sé bien que soy el culpable de que esta tremenda tempestad se les haya venido encima.
15 Dicho
esto, echaron a Jonás al mar, y el mar se calmó.
Jonás
el profeta, un hombre llamado por Dios, pero que, en este caso, decidió huir de
lo que Dios le había dicho hiciera estaba en problemas. Al contrario de los dos
extractos bíblicos anteriores, esta vez la tormenta ocurrió porque después de escuchar
el mandato de Dios, Jonás hizo todo lo contrario a lo que Jehová había
ordenado. Los tripulantes de este barco estaban sintiendo una severa tormenta a
causa de la rebeldía y desobediencia de un varón del Señor. En esta situación para
salvar a los miembros de la embarcación, esta vez, un hombre caería al agua. Sin
embargo, esto nos conduce a lo siguiente: ¿Será que la desobediencia a una
palabra de Dios es la que esta causando una tormenta alrededor tuyo? ¿Es que
esta ocasión la palabra de Dios nos dijo algo, pero decidimos hacer lo
contrario? Jonás como varón de Dios tenia un llamado que cumplir, en cambio, él
decidió huir de su llamado y al hacer esto, la consecuencia fue una tormenta
alrededor del lugar donde quiso huir. Esta situación nos lleva a recapacitar si
hemos tomado decisiones erradas de las cuales debemos buscar como corregir para
así cumplir el mandato de Dios. Puede ser el caso que estemos causando tormentas
alrededor de aquellos que sin querer o inadvertidamente creyeron que debían
ayudar o hacía su jornada rutinaria.
Por
lo tanto, estos son los momentos en los que debemos reflexionar y meditar en la
palabra de Dios. ¿Cuál fue la última palabra Dios nos dijo? ¿Qué fue lo que
hicimos en respuesta a esta? ¿Fue una acción de obediencia o desobediencia? ¿Hay
alguna tormenta que estemos experimentando que sea parte de un proceso de fe
para poder llegar a la meta? ¿O ha sido la tormenta consecuencia de un acto de
desobediencia a lo que dijo Dios? Si estando con Dios, firmes en la Roca,
podemos descansar junto al Príncipe de Paz, sin importar lo que pase a nuestro
alrededor. ¿Será que podemos obviar el ruido externo y enfocarnos en la voz de
la palabra de Dios? ¿O por un paso de rebeldía hemos llegado a una tormenta que
ciertamente si la seguimos no nos llevara a un lugar seguro? Aquí es cuando
debemos estar muy conscientes de que fue lo ultimo que Dios nos dijo, puesto
que, dependiendo de eso, o llegamos a nuestra meta o podemos terminar fuera del
barco y cayendo en el agua.
Si esto te bendijo y te edificó te
invito a que compartas esta publicación. Y si aún no has aceptado a Jesús en tu
corazón o deseas reconciliarte con Él hoy, te motivo a que lo hagas, y leas la
siguiente oración en voz alta:
“Señor Jesús, te pido perdón por mis
pecados, pues sé mis pecados me separan de ti. Yo te reconozco, como mi único,
suficiente y verdadero Salvador. Yo rompo, todo pacto, con el mundo, con la
carne y con el enemigo. Te doy gracias, por el sacrificio en la cruz, sé que
por tu Sangre yo soy limpio/a de todo pecado y hoy tengo un nuevo comienzo. Te
pido que, a partir de hoy, tu palabra sea la lámpara a mis pies y que tu
Espíritu Santo guíe mis decisiones en todo lo que haga. Amén.”
Y si hiciste esta oración hoy, escríbeme al
correo kltapiahernandez@gmail.com, me encantaría saber de ti. Somos una
familia en Cristo, estamos aquí para apoyarnos los unos a los otros. ¡Dios te
guíe y te guarde!